Enrique Simonet y Lombardo pintó este importante cuadro de 177 x 291, sobre 1890, y correspondía al pensionado que estaba realizando en la Escuela de Bellas Artes de España en Roma.
Anatomía del corazón pertenece al Museo del Prado, pero en 1931 se cedió al Museo de Bellas Artes de Málaga donde actualmente se expone.
Tenia nuestro artista sobre 24 años, podemos imaginar que ésta es una de sus primeras obras, pero sabemos que previamente ya había pintado “La decapitación de san Pablo” cuadro de gran formato hoy en la Catedral de Málaga.
Parece ser que se le había pedido un estudio sobre un desnudo dentro del esquema general de la corriente científica tan de moda en el siglo XIX, y él escogió este motivo, quizás recordando la “Lección de anatomía del doctor Tulp” de Rembrant, pero dándole más aire a la escena y acentuando el violento escorzo del cadáver de la joven fallecida que descansa sobre el frio mármol de la mesa de autopsias.
Los personajes de Anatomía del Corazón
A pesar de estar fallecida Simonet le presta un cierto grado de color al cadáver, evitando la lividez cérea de un cuerpo muerto y además encontrado flotando en un rio, aunque no sea real es de agradecer que nos ofrezca un cuerpo lo menos agresivo posible a la sensibilidad del espectador.
Parece que para pintar al doctor usó como modelo a un mendigo que encontró en la calle y para la chica, según propia información de Simonet explicando el cuadro a su familia, hizo apuntes sobre el cadáver de una joven que había aparecido flotando en rio Tiber, a juzgar por la imagen posiblemente embarazada, se cuenta que cuando él la vio estaba sin identificar, solo después se la identificó como una joven actriz que se había suicidado por un conflicto amoroso y probablemente también impulsada por su embarazo.
Todo el cuadro es una recreación de temas pictóricos de academia: el contraste entre el anciano doctor y la bella joven, la iluminación que, resbalando sobre el cadáver de la muchacha, hace destacar la figura del doctor contra el fondo oscuro de la habitación, donde una mísera lucecilla apenas rompe la oscuridad del lugar, el bodegón de botellas en la ventana o el cuenco de agua, por cierto sensiblemente volcado hacia el espectador, la esponja mojada y las gotas sobre el mármol o los escalpelos sobre la mesas.
Hay una cosa que quisiera comentar, Simonet en Anatomía del corazón se ha aliviado a la hora de dibujar la ventana y a juzgar por la perspectiva que nos ofrece, y de los frascos de cristal que están en el alfeizar de la ventana, están, según se aprecia, precisamente a la altura de los ojos del espectador, luego ese espectador es bastante enano, tanto que incluso el doctor que parece de pequeña estatura, si lo comparamos con la difunta, parece mayor que esa referencia, algo falla en esa perspectiva.
Es interesante la tela que cubre la mesa de mármol y tapa parcialmente el cuerpo muerto, aunque sea una concesión del autor, pues el cadáver descansaba directamente en la fría losa de mármol, pero, pictóricamente hablando, esa tela no sobra.
Hay detalles muy interesantes como ese brazo inerte que se descuelga flácido, rompe la horizontalidad de la composición y ayuda a comprender la sensación de muerte de la mujer
Para mi gusto el doctor es algo pequeño en comparación con la señorita, su cabeza sobre todo, si ponemos a la mujer de pie el doctor queda muy disminuido y eso que a ella la vemos en un escorzo bastante pronunciado.
Este cuadro es popularmente conocido por “¡Y tenía corazón!” titulo absolutamente inapropiado, era la moda que los críticos demostraran su ácido ingenio renombrando los cuadros con sus invenciones, tal como hicieron con “la meta sudante” el cuadro de los gladiadores de Moreno Carbonero, en este caso dudo mucho que le hiciera gracia al propio Simonet, se basaban en la victoriana historia de que la mujer muerta era una conocida prostituta que alardeaba de sus amores y sus conquistas y como consecuencia de lo cual algunas familias habían quedado rotas.
Naturalmente murió tísica, como era lo propio, y su cadáver arrojado al Tiber, como era habitual en estas mujeres que morían solas y sin recursos, quizás ahí empezó la leyenda que me suena a historia posterior y tan de moda en el periodismo puritano del victoriano siglo XIX, se justificaban para acusarla de prostituta a su juventud y su pelo largo, suelto y pelirrojo, por lo visto el pelo rojo era una clara indicación de mujer de vida alegre, en los cuadros de Toulouse Lautrec, ambientados en burdeles es muy habitual encontrar mujeres pelirrojas, pero estas estaban probablemente teñidas, desde luego ese no es el caso de nuestra modelo, en el cuadro se aprecia claramente que era pelirroja natural e insisto a mi me parece una pobre muchacha desesperada por la situación en que se encuentra, su pareja la ha dejado y está embarazada, un terrible drama humano que no supo superar.
En cualquier caso es peyorativo suponer que las prostitutas no tienen corazón.
Dato curioso ¿alguien se ha dado cuenta que el pie derecho de la señorita tiene solo cuatro dedos? O al menos tiene una malformación que el artista podía haber obviado, ya que si el dedo se mete debajo del anterior, éste, por efecto de la pisada, cabalgaría sobre él quedando muy abultado, horrible, y sobre todo porque, académicamente hablando, un pie académico debe tener sus cinco académicos dedos.