Obra realizada sobre el 1620-22, tiene un tamaño de 106 x 81 y actualmente se encuentra en el Wellington Museum de Londres.
El aguador de Sevilla es una obra de los comienzos de Velázquez, de su etapa sevillana, con su carga de tenebrismo propia de la época, se la considera la mejor obra de aquella época.
La imagen nos muestra a un aguador, a un joven cliente a quien entrega una copa de agua y al fondo hay otro personaje de edad indefinida que parece beber de otro vaso o jarra.

Parece ser que en torno a esta industria de aguador existía una clara picaresca, pues llenaban sus cántaras en una miserable fuente cercana a Sevilla, parece que propiedad de un portugués, y después la vendían como agua de gran calidad traída de los montes, para lo cual adornaban sus cántaras con hojas de romero o tomillo.
No sabemos si nuestro aguador era una de esos pícaros, pero sí que endulzaba el sabor de su agua con frutas que incluía en las copas de servir, según se cuenta también era muy habitual añadirle unas gotas de anís.
Detalles del cuadro
Mirando «El aguador de Sevilla» de inmediato se observa que el centro de gravedad de la obra está desplazado hacia la izquierda, sin duda el autor quiso que su figura central fuera el aguador, pero esto condicionaba que el resto de personajes se apelotonaran en la izquierda del cuadro, por eso da la impresión de que toda la acción de vuelca en la mitad izquierda.
El aguador parece ser persona conocida en Sevilla, se la identificó como alguien a quien apodan “el corzo”, así aparece en el inventario de bienes del Palacio del Buen Retiro hecho en 1700, aunque dada la pronunciación sevillana pueda ser que se hubiera transmitido la expresión oral de esta denominación, y se refieran realmente a una persona natural de Córcega, un “corso”.
El personaje va vestido con una especie de poncho bastante deteriorado, pero parece limpio, y de un color que a Velázquez siempre se le ha dado bien, ese ocre amarillento figura en algunas de sus obras, sobre todo en las iniciales.
Pero debajo luce una blanca e impoluta camisa e incluso en la mano izquierda, que parece salirse del cuadro, y está sobre la gran cántara, parece apreciarse un bonito encaje que la adorna, nada más lejos de lo que Palomino nos dice:
Antonio Palomino (siglo XVIII) pintor, escritor e historiador de las pinturas del barroco, nos habla de Velázquez y comentando sobre las que él conocía nos dice:
“de las cuales no se nos debe pasar en silencio la pintura, que llaman del Aguador; el cual es un viejo muy mal vestido, y con un sayo vil, y roto, que se le descubría el pecho, y vientre con las costras, y callos duros, y fuertes” .
Evidentemente este no es nuestro aguador, ¿lo pintó primero así Velázquez y después rectificó?, imposible porque ya había fallecido cuando la crónica de Palomino, quizás se está refiriendo a otro cuadro hoy desaparecido o simplemente se inventó la “crítica”, lo cual sería lamentable, pues Palomino es uno de los puntales del conocimiento artístico de aquella época.
Qué nos muestra el aguador de Sevilla
El cuadro nos muestra toda la estructura de venta de un aguador: se supone que ha hecho alto en algún sitio más o menos concurrido y allí ha montado su industria, en primer término una cántara en la que se distinguen las marcas de los dedos que la tornearon, también podemos ver gotas de agua que la cántara sudaba y mantenían el interior fresco,
Creo interesante aclarar los conceptos cántaro y cántara, desde Felipe II el cántaro fue una medida legalizada, debía de contener cinco azumbres de agua, es decir diez litros, y para garantizar su capacidad estaban marcados con el sello del taller (homologado) que los fabricaba ya que también podía usarse como medida para venta de productos líquidos.
Pero podemos pensar que lo que nuestro aguador lleva es una cántara, no sujeta a esa legislación pues solo servía para el transporte de líquidos, en este caso agua, la imagen que Velázquez nos muestra es de un recipiente bastante mayor que el cántaro legal, bien esta gran cántara, incluso podían ser dos, suponemos que se llevaba, en el caso de nuestro personaje, en un carrillo de mano, y de ella se echaba agua en la alcarraza de arcilla blanca que se ve a la izquierda y que era la que servía para atender a los clientes, a los que servía una medida de agua, que es el recipiente que está sobre ésta, no he podido averiguar cuanto costaba un vaso de agua.
En nuestro caso ha servido el agua en una copa de fino cristal a un joven cliente, personaje habitual en los cuadros de Velázquez de aquella época, en el fondo de esa copa se puede ver un higo, práctica habitual en los clientes de cierto rango, y que se usaba para mitigar el mal sabor del agua.
Se advierte una cierta solemne gravedad en el gesto, tanto en la imagen del aguador como en el respeto con el que el muchacho coge la copa, por favor observen las manos y admiren la maestría con la que Velázquez las representa.
Ese joven es un viejo conocido de Velázquez, se trata de un muchacho que le ayudaba o trabajaba en su taller, se sabe que se llamaba Diego Melgar y aparece en muchos cuadros de la etapa sevillana de nuestro artista y casi siempre con una copa en la mano, esta vez es de agua, pero no siempre fue así.
Ya aparece en el considerado primer cuadro de Velázquez, “Los tres músicos” mostrando un vaso de vino, después en “El almuerzo” enarbolando una botella, en uno de sus últimos cuadros sevillano “Vieja friendo huevos” también aparece con un melón bajo el brazo y una botella de vino en la otra mano, estamos hablando del periodo entre 1618 y 1622.
La copa de cristal es quizás demasiado fina para que la ofreciera el aguador así que suponemos que quien solicitaba los servicios del aguador solía llevar su propio recipiente y en este caso la fina copa es propiedad del muchacho.
Hay quien ve en este cuadro una cierta alegoría vital, el anciano pasa la copa del conocimiento a un joven, para que éste beba de ella y la llene con sus propios conocimientos de forma que, el final de su vida, la pasará a otro joven, en incluso jugando con la figura del fondo que, aunque algo desdibujada, parece representar a un hombre que bebe en una jarrilla, se puede representar las tres edades del hombre y como el anciano pasa el testigo, en este caso un vaso de agua, a la juventud para que la rueda de la vida sigua rodando, pura elucubración.
La historia de esta obra es digna de conocerse.
Se sabe que fue un regalo del propio Velázquez a Don Juan de Fonseca, clérigo y maestro de la catedral de Sevilla, conocido de Velázquez y de Pacheco, que fue trasladado a Madrid como sumiller de cortina, cargo eclesiástico encargado de ordenar el servicio religioso y las cualidades y calidades de cada uno de ellos, al servicio del rey Felipe IV y fue quien facilitó que el Conde de Olivares le admitiera a prueba como pintor de la corte, aunque fuera un año después del intento inicial. A la muerte de Fonseca el cuadro fue subastado y tras varias vicisitudes y con diversos propietarios, finalmente terminó en el Palacio Real de donde fue robado por el duque de Wellington, durante la regencia de José Bonaparte, y llevado a Inglaterra, para legalizar su situación Fernando VII lo legitimó como regalo personal al duque de Wellington. Actualmente se puede admirar en la Apsley House, residencia londinense del duque de Wellington, hoy convertida en museo.
Parece ser que el Duque de Wellington lo robó pensando que era una obra de Caravaggio y así se le catalogó a la llegada a su residencia londinense.