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El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha

Miguel de Cervantes inició su novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha cuando ya tenía 50 años. Podemos suponer que, estando preso en la cárcel Real de Sevilla mataría su tiempo leyendo lo que sus carceleros  o visitantes pudieron conseguirle, que fácilmente serian las obras de consumo popular, es decir libros de aventuras y probablemente de aventuras caballerescas.

Es obvio que él conocía las novelas caballerescas, hay abundantes y precisas alusiones en Don Quijote de la Mancha que permite asegurarlo.

Las novelas caballerescas eran una lectura de juventud, una forma fácil y al alcance de todos de matar el ocio, por ello no olvidemos los aburridos días en Esquivias que nuestro personaje hubo de sobrellevar y podemos asegurar que tenía una precisa opinión sobre ellas, las habría buenas, mediocres, malas y muy malas.

Imaginamos su soledad, en cualquiera de las circunstancias descritas, la cárcel o Esquivias: lee, se aburre, piensa, se vuelve a aburrir y vuelve a leer, en su cabeza quizás sin saberlo se estaba ya imaginando las aventuras de Don Quijote de la Mancha.

Quizás sonríe al ver la puerilidad de los argumentos caballerescos, tal vez se enoje al constatar que aquellos patanes, con ridículas historias y personajes risibles, han conseguido editar sus libros y circulan por facilidad por calles y tiendas o tal vez se preocupe imaginando que aquellas estupideces, mal avenidas y peor contadas pueden trastornar una mente no demasiado avisada, de hecho cree conocer a jóvenes, y no tan jóvenes, absolutamente envenenados por tan nefastas influencias

― ¡Si al menos estuvieran bien escritas y razonablemente argumentadas! ― pudo pensar.

Sabe, porque las conoce, que algunas de estas novelas, son magnificas y su lectura adecuada, pero una gran mayoría son libracos de ínfima calidad y absolutamente nocivos para quien los lee.

Quizás conoce a alguien que, envenenado por lo esas lecturas, ha olvidado deberes familiares elementales, o que queriendo olvidar pesares mundanos se ha dejado embaucar por quimeras imposibles.

Como experto lector advierte la falta de cultura, estilo y rigor de los escribientes, la flojedad del tema y la inconsistencia de la narración, todo ello en aras de una visión estrambótica y esperpéntica de la realidad y un marco falaz y engañoso dispuesto para captar y atraer a mente débiles o tan desesperadas que, deseosas de un cambio sustancial en sus atormentadas existencias, no dudan en ver como factibles aquello que no es más que una onírica fantasía.

Y decide escribir un libro de caballería, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, pues bajo esa mascara conseguirá que sea leído por los amantes del tema, pero quiere incluir en él toda suerte de disparates, hasta hacer ver cómo la actuación del protagonista es solo un reflejo de su locura.

O quizás pragmáticamente pensó que, si esos eran los libros que más se vendían, bien podía él escribir uno de esa guisa. Y con esos mimbres el autor crea su esperpento y nace,

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Don Quijote de la Mancha
Don Quijote de la Mancha

Para dar vida a su historia Cervantes se viste de loco y se transmuta a partir de Alonso Quijano o Quijana, el Bueno, en un esperpento llamado Don Quijote

Finalmente  El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha se edita en 1604/5, cuando el autor tiene 57 años. Tiene el libro un prólogo de recomendada lectura, en el que comienza con disculpas al uso y dice:

Y así, ¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en la cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?

Y ya inmersos en la lectura de la obra iremos conociendo a los personajes.

Es nuestro personaje un  hidalgo de aldea, vive austeramente con lo que le da la tierra que posee, manteniendo a duras penas su figura de hidalgo , eso le hace tener caballo, perro y armas, el caballo es un matalón desgarbado y maltrecho, el perro está comido de pulgas y de años y las armas arrumbadas en el desván y herrumbrosas.

Es un hombre pacífico, honrado a carta cabal, cristiano viejo, devoto y aburrido, inmensamente aburrido, nos cuenta cómo tiene sus tiempos y sus días organizados de forma que ocupen sus dilatados momentos de ocio.

Su vida austera parece más de condición que de necesidad, pues aparentemente tiene buena casa, la comida asegurada, dispone de ropas adecuadas, una nutrida biblioteca y una servidumbre de tres personas: una sobrina, un ama y un mozo de cuadra que ayudaba en las tareas del campo.

¿Qué más sabemos de Don Quijote? Pues lo dicho, está en los cincuenta años, parece ser soltero, probablemente con escasa experiencia femenina y escasa familia, en el testamento conoceremos que su sobrina se llama Antonia Quijano, luego debe ser hija de algún hermano de nuestro héroe.

Intuimos que a esa su edad ha llegado en una excesiva tranquilidad, se ha ido oxidando al mismo tiempo que las armas que guarda en su desván, y se ha ido refugiando en un mundo onírico que de pronto estalla y se le convierte en realidad.

Todas sus fantasías se le agolpan ante los ojos, todos los hidalgos son caballeros andantes, todas las mujeres son hermosas doncellas y altas damas y el resto del mundo está poblado de extraños seres con poderes maléficos a los que hay que combatir y eliminar y él se proclama la persona capaz de hacerlo.

En cuanto a la literatura novelesca el mismo escritor pone ante los ojos del lector lo que debería haber hecho y no hizo. Para mostrárnoslo el autor nos muestra a su personaje: don Quijote de la Mancha, ya ansioso por lanzarse al mundo de la andante caballería, lo tiene todo preparado, remendado y roto, pero listo.

Y así lo hace, él solo se lanza a los campos castellanos y comienzan sus “aventuras” y desafueros.

Comienzan sus aventuras por los campos de Castilla, primera salida.

Dice en el capítulo II:

Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de Junio, se armó con todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomo la lanza y, por la puerta falsa del corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo.

Buscando, buscando, Don Quijote de la Mancha encuentra una venta, que evidentemente él toma por castillo, donde le ocurren sus primeras e hilarantes aventuras, sale de ella con bien, y después de armarse caballero se topa con un granjero que está apaleando a su criado, detiene el castigo y amenaza al granjero, pero en cuanto don Quijote se va vuelven los palos a la espalda del joven, finalmente se encuentra con unos mercaderes, que no quieren aceptar las bondades que nuestro caballero les canta sobre la simpar Dulcinea, don Quijote de la Mancha totalmente furioso les ataca, pero Rocinante tropieza y cae y allí en el suelo le muelen a palos. Un vecino le recoge y le lleva a su casa. Fin de su primera salida.

Es en el capitulo V en el que el barbero y el cura, con la colaboración del ama y la sobrina, montan su pequeña Inquisición y se dedican a la quema de libros, culpándolos de la locura de su amigo, que ha vuelto de su primera salida muy maltrecho.

Nos muestran una completa lista de los libros de caballería que Alonso Quijano tenía en su biblioteca y es curiosamente el cura quien dictamina qué libros deben ser quemados y cuales salvados de la hoguera, pura Inquisición, confirmando que Alonso Quijano efectivamente era un fervoroso lector de libros de caballería, y culpando a éstos de su alienación, pero tanto igual podemos pensar del cura, pues conocerlos los conocía y bastante bien por cierto.

El primer libro es el Amadís de Gaula, que el cura quiere echar a la hoguera, pero el barbero intercede por él haciendo ver que fue el primer libro que sobre este tema se escribió y que se le tiene por el mejor de ellos, el cura le exculpa.

A continuación se enumeran los libros que serán pasto de las llamas:

  • Sergas de Explandián
  • Amadís de Grecia
  • Don Olivante de Laura
  • Jardín de Flores
  • Florimorte de Hircania
  • El Caballero Platir
  • El Caballero de la Cruz
  • Espejo de Caballerías

todos son comentados por el cura y condenados al fuego.

Acuerdan salvar de la hoguera, además del ya mencionado Amadis de Gaula, a Palmerin de Ingalaterra y a Tirante el Blanco.

Todo esto lo hacen convencidos de la fatal influencia que los malos libros de aventuras caballerescas pueden hacer en una persona de mediana edad, de trato afable y vida sosegada, cambiando drásticamente su existencia y contemplando con ardor la expectativa de lanzarse a los campos a desfacer entuertos.

Pasado un tiempo y recuperado nuestro Don Quijote hace una segunda salida.

El ingenioso hidalgo don quijoteAl Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ya le acompaña Sancho pues ha recordado que todo caballero ha de tener un fiel escudero y el tal Sancho es un vecino humilde y de escasa sal en la mollera, al que convenció con la idea de que puede hacer fortuna al lado de su hidalgo vecino, y a quien le ha prometido hacerle gobernador de alguna ínsula que por ventura probablemente gane.

Así pues caballero y escudero salen de nuevo a la ventura, rápidamente se presenta la aventura de los molinos de viento, de todos conocidas, todos han leído el Quijote al menos hasta ahí.

Después nuestro Don Quijote de la Mancha se encuentran con una caravana formada por diferentes personas, la encabezan unos monjes y detrás va un carruaje protegido por algunas personas, de inmediato Don Quijote se imagina que los monjes son demonios que cuidan de las almas que llevan al infierno o algo así y les ataca, descalabra a uno y el otro huye, pero uno de los guardianes del coche le hace frente, es un vizcaíno que protege a la mujer, vizcaína ella, que viaja en el coche, se enzarzan en feroz batalla y cuando ambos espadas en alto están a punto de malherirse… la acción se termina.

El autor, suponemos, toma la palabra para escribir una escusa increíble.

“…en este punto y término deja pendiente el autor desta batalla, disculpándose que no halló más escrito, destas hazañas de Don Quijote, de las que deja referidas.” Pero aún lo complica más cuando reflexiona que “el segundo autor desta obra” … ”no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual siéndole el cielo favorable, lo halló del modo que se comentará en la segunda parte”.

Estamos frente a un esquema que es necesario analizar: estamos ante la estructura de lo que en el siglo XIX, se llamó “la novela por entregas”, artificio industrial para vender un genero ínfimo, enfocado a lectores que no buscaban una mínima calidad literaria, que se parcelaba en capítulos de una duración determinada y que terminaban siempre en un nudo que se resolvería en el capitulo siguiente, lo que impulsaba a los ávidos e inocentes  lectores a no perder el hilo de la narración y comprar puntualmente todos las entregas de la “novela” en cuestión, que podía durar años.

La novela por entregas

Inicialmente «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha» fue editado por primera vez el 16 de enero de 1605 en los talleres del impresor Juan de la Cuesta, y  se empezó a vender en la librería de Francisco Fernando de Robles.

Tal fue su éxito que en 1612 ya se publicó una versión traducida al inglés

En 1615 se publicó la segunda parte «El ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha» es sabido que la edición de esta segunda parte fue sin duda impulsada por la aparición del Quijote de Avellaneda, hecho en el que Cervantes quiso ver la mano de Lope de Vega

Es posible que las novelas de aventuras caballerescas fueran todas editadas en el formato de «novela por entregas», pero lo que vengo es a referirme que aparentemente el tema ya se comenzó en el siglo XV y nosotros lo conocemos de la mano de nuestro inmortal Miguel Cervantes y su obra ya reseñada.

Si, bajo esa óptica, observamos la estructura de los capítulos, comprobaremos que están así montados, incluso terminan en mitad de un dialogo que se continua en el inicio del capítulo siguiente. Esta ruptura nunca es tan ostensible como en este caso, la terminación del capítulo VIII y el inicio del siguiente, siendo también notable la que se corresponde con el final de la tercera parte, del capítulo XXVII, y el siguiente.

Esta estructura narrativa se repite en la segunda parte: «El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha».

Parece ser, bastante seguro, que inicialmente no se editó así, aunque se usara esa fórmula de construcción narrativa que se utilizaba de común en las novelas de caballería. En cualquier caso, a pesar de ser editada toda la primera parte de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” de forma conjunta formando un único libro, nos lo confirma la presentación que del mismo hace el autor y su dedicatoria al Duque de Bejar, lo cual sería impensable en una edición por fascículos, el escritor fue fiel a la construcción habitual con lo cual se manifestaba también contra el abuso que suponía manipular la dependencia de los lectores, normalmente de economías bastante deprimidas, abusando de su buena fe y del interés despertado por una forma narrativa tan artificial como engañosa.

Pero volvamos a donde empezamos este largo inciso: la segunda salida de nuestro personaje  y su pelea con el vizcaíno, que debe continuar y concluir en el  capítulo IX,  pero la continuación guarda una sorpresa insospechada.

Un nuevo personaje, de singular importancia, aparece en escena y no es nada menos que el posible autor de lo que queda de la narración del Ingenioso Hidalgo, le llama Cide Hamete Benengeli.

Pero hagámosle un prologo tan interesante como necesario:

El capitulo IX comienza con Cervantes divagando, quejándose de su mala fortuna al no haber podido terminar la historia empezada y cuánto le habría gustado conocer más la historia del caballero Don Quijote y por ello púsose con empeño a buscar la forma de conocer más sobre la historia de tan notable personaje.

A partir de este momento Miguel de C. deja de ser  autor y se convierte en traductor y adaptador de los manuscritos que ha comprado, y de la mano de él vamos por las mil aventuras, los ejemplares diálogos, las más inverosímiles situaciones, en fin todo lo que forma esa maravillosa locura que a pesar del Cide Hamete, plasmó en su genial obra.

Incluso en la muerte de Don Quijote está presente el llamado Cide Hamete Benengeli.

¿Qué podemos decir de este personaje a quien Cervantes ha entregado la pluma y la batuta de su obra?

Analicémoslo: Cide Hamete Benengeli

Según el poeta Mahmud Sobh, nacido en Galilea en 1936 y desde 1965 residente en Madrid donde se doctora en Filosofía semítica y ejerce actividad docente en la Complutense y en el Instituto Hispano Árabe de Cultura.

Él aporta el siguiente razonamiento:

Vayamos por parte: “Cide” es la castellanización de said (señor), el ejemplo más universal es el del Cid Campeador.

Ahmad o Hamad palabras ambas con la misma raíz (hmd), cuya castellanización la transforma en Hamete, y que puede traducir por el Alabado, es uno de los nombres de Muhammad y de su invocación. Invocación que se puede equiparar a la Mikael (mi-ka-El, quien–como-El), por lo que podemos intuir que si quisiéramos traducir al árabe el nombre de Miguel una opción sería Ahmad o Hamad (o Hamete).

Benengeli es una palabra doble, por un lado Ben, castellanización de Ibn (hijo) y parece ser que el resto es también la castellanización de  al-anyyil, (ciervo) por lo que Benengeli es una forma castellanizada de decir “el hijo del ciervo”, lo cual nos lleva directamente a Cervantes.

En cuanto al nombre del autor Cervantes nos ha hecho una especie de jeroglífico árabe-castellano que realmente oculta su propio nombre, un divertimento.

Por lo tanto Cide Hamete Benengeli puede traducirse por Señor Miguel Cervantes y todo vuelve a estar en forma.

Una vez aclarado el enigma Hamete Benengeli prosigamos.

Don Quijote de la Mancha es un libro inmenso, pero pese  a las apariencias no es difícil de leer, ya he comentado que está escrito en formato de novela por entregas, de tal forma que los capítulos finalizan en medio de una acción y se mezclan, se entrelazan y captan de tal forma la imaginación del lector que busca ansiosamente la continuación de lo que estaba leyendo y el seguimiento o terminación de la aventura en curso.

Por otra parte la inteligente manera de presentar los diálogos, sean de quien sean, nos sorprende y nos marcan formas de pensar y razonar, quizás lejanas o poco comunes con nuestras pautas habituales, que es algo muy bueno y saludable ejercitar.

Don Quijote de la Mancha y Sancho fundamentalmente, pero puede aplicarse a cualquier personaje de la novela, desarrollan una dialéctica a menudo imprevisible, pero no por ello menos cierta y, en función de ello, planteamientos que nos podrían parecer absurdos o impensables se convierten, sorprendentemente, en una posibilidad real, natural y adecuada.

La mera lectura, comprensión y seguimiento de los giros, que una dialéctica nueva y admirablemente argumentada, nos puede guiar en la aceptación de evidencias que nos eran ajenas e imprevisibles.

Es ésta una actividad tan gozosa como iluminadora e incluso divertida, que no debemos desaprovechar.

Queriendo sintetizar y simplificar esta exposición he preferido enumerar los episodios (novelas dentro de la novela) que la obra intercala y dentro de ellos sus personajes femeninos, los encuentro quizás más ricos en matices que los masculinos con los que inevitablemente van ligados.

Este tema de Las mujeres del Quijote ya ha sido tratado con anterioridad: doña Concha Espina ya lo hizo con un magnifico estudio sobre el tema, lleno de inteligente sensibilidad y excelente poesía.

En cualquier caso el papel de la mujer es muy convencional, siempre, o casi siempre, está ligado a situaciones amorosas en las que la mujer se mueve de forma a veces natural y otras forzada, pero siempre el hilo conductor de la historia en que están presente está ligado a problemas amorosos, la honra o la deshonra, escenario plenamente caballeresco en el que Don Quijote de la Mancha se mueve con aparente soltura y para el que él se siente predestinado.

No será ese mi caso, no tengo las cualidades necesarias ni para lo uno ni para lo otro, pretendo hacer breves retratos de las diferentes mujeres que pasan por las páginas de nuestro libro, retratos sucintos y someros, simplemente un conocimiento superficial del personaje; que se sepa quiénes son y si acaso lo que han podido aportar a la historia cervantina.

Realmente son prototipos al uso en la época: Existe una novela pastoril (Marcela), una novela de enredo al estilo de las de Lope (Dorotea y Luscinda), una novela morisca (Zoraida), una de amor cortés (Clara), otra de aventuras (Ana Félix), otra de seducción y abandono (Leandra), otra de una mujer que solo aparece como personaje complementario (Quiteria) y algunas otras varias.

Naturalmente hablaremos de Dulcinea, de la duquesa, del ama, de la sobrina y porqué no de Teresa Panza

Dulcinea es un caso aparte, el lector ya habrá observado que Dulcinea jamás aparece físicamente, estando presente desde el principio su imagen nunca es vista, su voz nunca es oída y su aspecto nunca es divisado, seguramente es cosa de los encantamientos …

Trataremos a estas mujeres en capítulos independientes y ese será nuestro mejor resumen de la Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

La muerte de Alonso Quijano

Astutamente Cervantes nos oculta el lugar de fallecimiento y posible enterramiento de don Quijote, ni al Cide Hamete se lo dice: “por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenerlo por suyo, como contendieron la siete ciudades de Grecia por Homero

Previamente el cura pidió al escribano testimonio de la muerte de Don Alonso Quijano, para evitar que un nuevo Cide Hamete lo resucitase con nuevas aventuras.

En su epitafio, el bachiller mandó poner lo siguiente: 

Yace aquí hidalgo fuerte

Que a tanto extremo llegó

de valiente, que se advierte

que la muerte no triunfó

de su vida con su muerte.

Tuvo a todo el mundo en poco

Fue el espantajo y el coco

Del mundo, en tal coyuntura

Que acredito su ventura

Morir cuerdo y vivir loco

Y el propio Cide Hamete se despide de su pluma, dejandola a buen recaudo y la previene que, si alguien quiere profanarla, diga:

¡Tate, tate, folloncicos!

De ninguno sea tocada

Porque esta empresa, buen rey

Para mí estaba guardada.

Y hasta aqui esta historia de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

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2 comentarios en «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha»

    1. Me alegro que os haya gustado, ya sabéis que es la mejor novela del mundo y sus personajes son reconocibles incluso hoy día entre nuestros propios vecinos y compañeros.
      Gracias por la comunicación.

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