Leonardo da Vinci pintó esta pequeña tabla de nogal de 77 x 53, (le faltan unos 3 centímetros para ser un rectángulo áureo), desde 1503 hasta el fin de sus días en 1519, 16 años, viajó siempre con él y se dice que nunca dio el trabajo por terminado.
Nos ponemos en situación antes de empezar
En 1515 Leonardo se trasladó a la Corte de Francia a invitación del Rey Francisco I, éste tenía su residencia en el Castillo de Amboise, al sureste de París, en la rivera del Loira, y a Leonardo le asignó el castillo de Cloux (hoy Clos-Lucé), como su residencia personal cerca, a unos 500 metros, del de Amboise, residiendo allí hasta su muerte en 1519.
A su muerte esta obra pasó, por deseo propio, a su benefactor Francisco I, quien la instaló en su residencia del Castillo Amboise, posteriormente, y según se fueron sucediendo los Reyes, pasó al de Fontainebleau y de allí al palacio de Versalles.
Luis XIV se la llevó consigo cuando tuvo que abandonar Versalles e instalarse en la Tullerías, cuando Luis XIV fue guillotinado, el cuadro volvió al Louvre, pero Napoleón exigió que se la instalaran en sus habitaciones privadas de las Tullerías, cuando las Tullerias fueron destruidas volvió al Louvre.
Durante la Segunda Guerra Mundial La Gioconda fue guardada junto con otros muchos en diferentes lugares y finalmente pudo ser definitivamente instalada en el Louvre, tuvo varias ubicaciones, finalmente se colgó en la Sala Rosa, donde permanece solitaria y rodeada de ingentes medidas de seguridad y mantenimiento.
La Gioconda.

Este cuadro saltó a la fama con motivo de su robo en 1911, que fue catalogado como “el robo del siglo”, fue perpetrado por un tal Vincenzo Peruggia, ex empleado del Louvre, quien vistiendo el uniforme de empleado entró sin ser advertido y consiguió sacar la tabla del museo.
Estuvo perdida dos años, finalmente el autor fue detenido y la obra recuperada cuando intentó venderla al Director de los Uffizi, Peruggia se defendió declarando que lo único que pretendía era que la obra volviera a su patria, a Italia.
Caso tan insólito como curioso, el Museo del Louvre batió records de asistencia de personas que iban a ver el lugar vacío donde había estado La Gioconda y ahí comenzó su leyenda.
Regresemos a nuestro cuadro.
Leonardo, que tendría poco más de 50 años, retrata a Lisa Gherardini, de 24 años aproximadamente, esposa de Francesco del Giocondo, de este apellido le viene a ella el nombre de La Gioconda, que también puede traducirse por “la alegre o la feliz”.
En cuanto a Mona Lisa se puede traducir por Mamá Lisa usando el italiano florentino de aquella época, este nombre da pie a que muchos apunten la posibilidad de que estuviese embarazada y que este cuadro fuera un regalo por tal circunstancia, lo que no se ha aclarado es la relación que Leonardo tuvo con esa mujer, hasta el punto que quiso conservar siempre su retrato, llevándolo consigo hasta el momento de su muerte en el castillo de Cloux en 1519, 16 años desde el comienzo de la obra, siempre argumentando que estaba inacabada.
El cuadro muestra a la mencionada Lisa sentada en lo que parece una galería al aire libre, se ven en los lados de la figura las bases de sendas columnas, está en una posición relajada, sentada en un sillón y mira ligeramente hacia la izquierda con una expresión tranquila y sonriente, su famosa sonrisa.
Mucho de la historia inicial que de este cuadro se conoce es gracias a la obra de Giorgio Vasari, arquitecto, pintor y escritor y, en función de esta última actividad, gran cronista del Renacimiento, por cierto palabra que él inventó.
En su obra “Historia de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos desde Cinabue hasta nuestros días” nos introduce en el mundo de los pintores de la época, incluido Leonardo y nos desvela detalles de sus obras tal como él las había visto, lo cual es tremendamente importante pues la mayoría de ellas han llegado a nuestros días tras arduas restauraciones no siempre afortunadas.
Refiriéndose a Leonardo y La Gioconda, Vasari cuenta: Mientras la retrataba, tenía gente cantando o tocando, y bufones que la hacían estar alegre, para tratar de evitar esa melancolía que se suele dar en la pintura de retratos.
No tiene cejas ni pestañas, aunque cuando Vasari vio el cuadro sí las tenia, de hecho las comenta como algo prodigioso:
En las cejas se apreciaba el modo en que los pelos surgen de la carne, más o menos abundantes y girados según los poros de la piel; no podían ser más reales.
Leonardo pintó este cuadro utilizando la técnica de sfumato, que consiste es añadir sucesivamente muy finas capas de pintura suavemente trabajadas de forma que se difuminen los contornos dando a la imagen una apariencia como irreal, suave, no ofreciendo el más mínimo rastro de pinceladas, nadie lo hacía ni lo ha vuelto a hacer como lo hizo Leonardo.
Las manos, las suaves arrugas del tejido, los brillos de las sedas y la opacidad de los terciopelos, los minuciosos bordados, el casi impalpable velo que la cubre y cientos de detalles más de la figura son perfectos, inalcanzables para cualquier pintor de la época, recordemos que Leonardo se le tiene por pintor del cinquecento, quizás por su superior técnica, pero él realmente es más del quatrocento, Leonardo es coetáneo de Ghirlandaio, por ejemplo, por eso su pintura se considera como tremendamente adelantada a su época.
El fondo, bueno aquí sí que hay tema para discutir
No existe la menor correlación entre la parte derecha y la izquierda, es más la parte derecha está visiblemente torcida y el rio que allí figura al fondo, que no coincide en absoluto con el que figura en la parte izquierda, está notablemente inclinado, abajo, en la parte derecha, se ve un puente que se ha querido identificar como el puente Gobbo en la villa de Bobbio, pero es por decir algo. Hay quien defiende que este fondo es una genialidad del artista, yo no estaría de acuerdo.
Lo que sí es curioso es que si solo vemos el lado derecho la Gioconda parece más esbelta, si vemos el izquierdo nos parece más rechoncha, hagan la prueba, este efecto lo produce el codo de la protagonista.
Hoy día la Gioconda presenta un color amarillento oscuro debido a la degradación de los barnices que la cubren, pero nadie se atreve a limpiarla o restaurarla, sus admiradores sostienen que si la ven de otro color, aunque fuera el suyo real, no la reconocerían, la quieren como está y así se quedará, ¡pues que bien!
Bien hasta aquí hemos llegado, la Gioconda de Leonardo no tiene más lecturas, a mi nivel por supuesto, y no se me ocurre nada más que sea de fundamento. Por supuesto estudios técnico artísticos y de historia del arte por parte de profesionales llegan a ocupar libros y no pequeños.
Pero quiero ahora centrarme en otra Gioconda, la del Museo del Prado.
Lo que dije antes del aspecto restaurado de la Gioconda lo tenemos en Madrid, si alguna vez la del Louvre se restaurara quedaría algo así como la que está en el Prado, sus fans se horrorizarían.

No se sabe con certeza cómo llegó a España, pero se conoce que en el inventario de 1666 de las obras del Alcázar consta una obra que se identifica como;
“Retrato de mujer de la mano de Leonardo Dbinci”
Este cuadro pasó a formar parte del Museo del Prado desde su remodelación en 1816, y era el retrato de una dama, se decía que muy parecida a la Gioconda original, pero con un fondo negro.
No se le dio excesivo valor, una copia más.
En el 2010 el propio Louvre, conocedor de la obra del Prado, había recomendado que se investigara más sobre ella, y lo dijo a partir del evidente parecido de ambos personajes, y así se hizo, se le realizaron unas pruebas técnicas de alta calidad que descubrieron que bajo la capa de pintura negra existían otras formas.
Y se inició el proceso de restauración, se hicieron catas en zonas de los bordes del cuadro y efectivamente se comprobó que bajo la pintura negra existían unos paisajes que, al menos por el estilo, parecían corresponder con los que se conocían de la Gioconda del Louvre.
Se tuvo mucha suerte pues la pintura original estaba muy bien barnizada y esta capa orgánica permitió eliminar la capa negra sin dañar la pintura original que iba apareciendo, y ya puestos se limpió entera.
Y así surgió el cuadro de la Gioconda que hay podemos admirar en el Prado, este cuadro restaurado fue el que se envió a la exposición del Louvre del 2012, causó un gran revuelo técnico y de inmediato empezaron las investigaciones, análisis y comparaciones.
Siendo prácticamente iguales la Gioconda del Louvre es de cara más redonda y frente más despejada, su mirada es más franca y su gesto refleja seguridad, pero si se elimina la sonrisa su expresión es bastante dura o al menos fria, la del Prado tiene la cara algo más afilada, su mirada es algo forzada y su expresión parece revelar una cierta timidez, pero desde luego ambas son excelentes.
Analicemos la parte física del cuadro.
En primer lugar el soporte es una tabla de nogal de las mismas dimensiones que la del Louvre, el nogal es un material caro, muy caro en comparación con otros soportes de la época y se usaba solamente en tablas relativamente pequeñas por motivos de precio.
Se planteó entonces que para ser una copia debería ser una copia importante para usar este soporte. También se conoció que el proceso de preparación de la tabla era algo diferente a lo habitual, normalmente se preparaba con una mezcla de yeso y cola, mientras que en ésta estaba compuesto por dos capas de blanco de plomo (albayalde) bastante diferenciadas, una inicial algo anaranjada y otra de terminación más blanquecina, esto no sería importante si no se supiera que la Gioconda del Louvre tiene precisamente esta misma preparación.
Analizando los pigmentos se comprobó con gran estupor que eran los mismos que Leonardo usó en su Gioconda, la conclusión caía por su propio peso, podía darse el caso de que ambos cuadros fueron pintados juntos y al mismo tiempo por dos artistas diferentes, Leonardo era uno ¿quién era el otro?
Se siguió comprobando, ya aceptada esa línea de investigación, y se fueron descubriendo hechos indiscutibles, las correcciones que Leonardo incluía en su obra era copiadas en la otra, los expertos tienen suficientes pruebas para asegurar este hecho, lo que hacía suponer que se estaban pintado al mismo tiempo y prácticamente uno al lado de otro, ya he dicho que incluso utilizando los mismos pigmentos, y eso es radicalmente diferente en cada artista, recuerden que se hacían a mano y según los gustos y técnicas de cada uno.
Siendo una pintura por pareja y Leonardo el maestro, parece una situación algo anómala, mucha confianza debía de tener el maestro en su compañero de experiencia.
Por ejemplo, parece evidente que Leonardo no le permitiría eso a su amigo, compañero, quizás pareja, Salai, de quien se sospechó como autor en un cierto tiempo, recordemos, por ejemplo, que Velázquez le prohibió a su esclavo, Juan de Pareja, pintar, luego estamos buscando una persona por la que Leonardo sintiera un cierto respeto y de cuya copia no tuviera sospechas de que interfiriera con su obra de la que estaba tan orgulloso.
Y aquí surge una figura nueva, un joven pintor español discípulo y alumno de Leonardo en aquella época, Fernando Yañez de la Almedina (1475-1537) en aquella época sería un joven de unos 25 ó 28 años, y está confirmado que trabajaba como alumno en el taller de Leonardo.
Está documentado que colaboró en el diseño y elaboración del mural de “La batalla de Anghiari”, en el Palazzo Vechio de Florencia, por cierto Leonardo tras haber hecho los bocetos y estudios correspondientes, al llevarlo a la práctica, lo dejó inacabado, parecer ser que por motivos técnicos, se equivocó en la técnica a aplicar, quería usar óleo en lugar de temple y el pigmento no se agarraba a la base de la pared, algo estaba mal, a la vista de lo cual lo dejó, él el Gran Leonardo ¡abandonar antes que corregir! y lo poco que pudiera haber pintado fue borrado por Vasari en 1563.
Este tremendo error lo volvió a cometer en la ejecución de “la Santa Cena”, allí llegó a terminar la obra, en oleo sobre yeso, pero, aún en vida de Leonardo, la pintura empezó a descascarillarse y caer.
En la lista de colaboradores de Leonardo que intervinieron en “La batalla de Anghiari” figura nuestro hombre como “Ferrando spagnolo di pittore”.
Establecida ya la relación entre nuestro amigo y Leonardo, posiblemente Yáñez de la Almedina en algún momento suponemos que llegaría a un acuerdo con el maestro para copiar una de sus obras, como una especie de despedida, ese cuadro se lo llevaría a España y nadie sabría nada de él, ahora podemos saber que ese cuadro fue precisamente “la Gioconda”, que sería el cuadro que Leonardo tenía previsto empezar, luego estamos en 1503, y del que ya tendría los cartones preliminares listos para empezar el trabajo, es evidente que Yáñez consiguió la aprobación de Leonardo para hacerlo a la misma vez que el maestro lo pintaba, utilizando sus mismos cartones como referencias, y es muy probable que el propio Leonardo le dirigiera la mano en alguna ocasión. Siendo los artistas de natural celosos de sus obras, y Leonardo parecía serlo en grado sumo, esto es al menos poco normal.
Posiblemente frente a la modelo solo estuviera Leonardo y cuando trasladara el trabajo al taller es cuando nuestro compatriota coincidiría con él y trabajarían juntos.
Vemos que Yáñez corrigió algunas “genialidades” del maestro, como por ejemplo el famoso rio que fluye en la lejanía, en el cuadro de Yáñez al menos es horizontal, luego era consciente que en el del maestro estaba inclinado.
Y Yáñez de la Almedina cumplió su compromiso con Leonardo, en un cierto momento dio el cuadro por terminado y se lo trajo a España, tal vez lo usó como presentación en la Corte Española y tanto gustó que en la Corte Española se quedó, y debió irle bien pues sabemos que fue un autor conocido y respetado en la España artística de aquella época, siendo su obra más conocida los cuadros del altar mayor de la catedral de Valencia, en colaboración con su amigo Hernando de los Llanos, otro pintor que también pasó por el estudio de Leonardo, hay varios cuadros de Yáñez de la Almedina en el Museo del Prado, estando considerado el mejor y más clásico de los pintores del renacimiento en España.
Leonardo siguió trabajando en su cuadro siempre inacabado y cuando posteriormente, por alguna circunstancia, Yáñez se encontró con el, o tal vez pudo volver a ver La Gioconda, comprobó que la parte paisajística de la obra original había sido muy trabajada, por lo que había notables diferencias con lo que él había reflejado en su obra; probablemente él mismo, preocupado por estas molestas diferencias con el cuadro de Leonardo, que le hacían parecer al suyo como una mala copia, o , al menos, una obra inacabada, tomó la decisión de ocultar todo el paisaje, pintando una capa oscura sobre todo él, esto realzaba la figura de la mujer en la que no se advertía diferencia apreciable con la obra de Leonardo, y así siguió en la colección Real y así pasó al Museo del Prado cuando éste se fundó.
Y volvemos al principio.
Qué bien! No sabía que en El Prado teníamos otra Gioconda . La verdad es que casi me gusta más que la que está en El Louvre; quizás se deba a su colorido ( la de Leonardo está un poco macilenta) ya que su restauración es bastante reciente. Muy instructivo.
Sabía que te gustaria. Técnicamente la del Louvre es mejor, la técnica de Leonardo es insuperable, pero está tan sucia que apenas se aprecia, ademas parecer haber sido mal restaurada en alguna ocasión, pero…los franceses la prefieren así. Próxima recomendación Las Meninas