Cuadro pintado por Gustave Caillebotte en 1877, sus dimensiones son de 212 x 276 y actualmente está en Art Institute de Chicago.
Caillebotte no vendió ningún cuadro en su vida, era un rico industrial y realmente era el mecenas de sus compañeros y amigos impresionistas a los que solía comprar sus obras, a su fallecimiento 1894, posiblemente por un derrame cerebral, tenía 46 años,, cedió al estado francés una ingente cantidad de cuadros, tanto propios como adquiridos a sus amigos impresionistas, con la condición de que fueran exhibidos en las salas del Luxemburgo, no lo consiguió a la primera, pero sus albaceas, entre ellos Renoir, consiguieron finalmente dedicar una sala del Luxemburgo a la exhibición de 48 de ellos, fue la primera exposición oficial de pintores impresionistas.
Conozcamos algunos detalle del autor
Caillebotte era ingeniero y en su pintura, de alguna manera, se refleja esa condición intelectual, por ejemplo estaba fascinado por la estructura metálica del puente Europa y así lo plasmó en varias obras.
En este caso es la moderna geografía del nuevo Paris lo que le atrae y nos presenta un arquitectónico paisaje de la plaza de Dublín, que evidentemente aún existente y es su nombre actual, desconocemos si en aquella época tendría ese mismo nombre, actualmente existen esos mismos edificios, aunque los avances técnicos han hecho desaparecer las chimeneas que aquí se ven.
Caillebotte le añade el toque artístico de un día de lluvia, pero él lo que quiere reflejar y en lo que disfruta es recreando esas magnificas perspectivas de edificios modernos, uniformes, sin duda lujosos y las anchas calles y avenidas que los rodean, esa amplitud y limpieza de espacios que hasta hacia pocos años era totalmente impensable en aquel París casi medieval.
Es claro que Caillebotte se recrea en un magnifico ejercicio de perspectiva, actividad que formaba parte de su formación técnica
El día de lluvia justifica romper esa explosión de líneas rectas con las cúpulas oscuras de los paraguas que pasan por las calles, la lluvia además le permite lucirse con los charcos que se producen en el adoquinado del suelo, también excelentemente resuelto.
Hablemos del cuadro
La pareja principal, personajes acomodados sin duda, nos da la impresión de estar admirando su entorno, hay una cierta expresión de asombro y curiosidad en esa mirada con la que inspeccionan los edificios por los que van pasando. No pasen por alto la brillante perla que adorna la oreja izquierda de la señora.
Han dejado atrás una farola de gas de hierro fundido, algo realmente novedoso y que divide el cuadro por la mitad, la de la derecha es la mitad cercana y la mitad izquierda es la lejana.
En la mitad cercana están los protagonistas de la obra y también un viandante que se cruza con ellos y del que solo se capta medio cuerpo, dando la imagen de una fotografía en la que estas incidencias suelen darse.
En la lejana los personajes se mueven entre la lluvia y Caillebotte los va reduciendo de tamaño de forma que nos transmite la sensación de inmensidad de la zona, pero incluso los más lejanos aún muestran rasgos que les identifican.
El tono general del cuadro corresponde al ambiente gris de un día de lluvia, es un valioso ejercicio sobre el gris, y que se corresponde perfectamente con las vestimentas de los viandantes, realmente no hay ningún toque de color, salvo esa pared de ladrillo visto, o color rojizo, que se ha permitido añadir a la derecha, pero el cuadro no parece triste, solo es un día de lluvia en el nuevo París.